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REFLEXIONES EN TORNO A LA PREGUNTA: ¿UN DERECHO AL CLÓSET?

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© por Xabier Lizarraga Cruchaga Con cariño y admiración a todos aquellos que, luchando contra los miedos y las vergüenzas, han podido salir del clóset tantas veces como ha sido necesario. Sin duda el “clóset” [el armario] es un instrumento para la supervivencia, pero quisiera precisar un poco más: es un instrumento para la sobrevivencia del heterocentrismo, de la heteronormatividad, de la expectativa genésica de nuestra sexualidad; para que sobreviva el orden opresor, humillante, de violencia, para que sobreviva la homofobia. El clóset no es un instrumento construido por nosotros mismos para mejorar nuestra existencia y nuestras posibilidades de vida, de realización, de crecimiento y de disfrute; es un instrumento de tortura construido e impuesto por el orden excluyente y presuntamente “decente” del heterocentrismo (que no de los heterosexuales, en tanto que individuos, sujetos sociales y de deseo). El clóset es un instrumento construido e impuesto (obligado) por

RAREZAS (2)

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LA REALIDAD ES INEXPLICABLE, VIDA MÍA © Por Xabier Lizarraga Cruchaga   — No. Me niego; me opongo rotundamente. —dijo, y salió de la habitación como sale el chorro de agua del grifo abierto: arrastrando consigo lo que estaba a su paso, incluso las miradas de Lisandro y Romualdo tropezaban con su arrebatada respuesta. ¿A qué se negaba, si nadie le había pretendido hacer cómplice de nada? Él era el que había llegado; no, no había llegado, había irrumpido… interrumpido una coreografía que se desarrollaba con suavidad y precisión . — Déjalo —susurró Lisandro ( parecería que no quería desdibujar sus bien delineados labios que tantos miraban con algo más que admiración )—. Ya se le pasará; él es así, impulsivo ( hubiera querido decir rotundo, pero no le vino la palabra a esos labios tan deseados por algunos de los que lo acompañaban ); es bastante impredecible, diría yo ( e intentó reir, sin conseguir más que una grotesca mueca ). Pero el que había salido

RAREZAS (1)

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EL ESPEJO © Por Xabier Lizarraga Cruchaga La ventana dejaba adivinar lo mucho que se extendía la ciudad en el horizonte; tanto, que se perdía en una gris cortina de lejanías...     Permanecía inmóvil con la mirada fija en la ventana. Con la vista anclada más allá del vidrio claro y limpio, pero interrumpida por esa superficie aparentemente inexistente, sólida e intransigente. Y la mirada se detenía ahí, como si en el vidrio encontrara su meta, su objetivo final… La realidad toda, condensada en el recuadro de vidrio frío y cálida madera: el espacio constreñido en un punto de fuga detenido más allá de lo accesible, la acción en libertad condicionada, el tiempo conjuntado en discretos susurros mensurables y el reposo reinando sin opositor, incluso si el insomnio pretendiera apoderarse de todo, aferrado a los párpados abiertos, en paciente espera, pasaran las horas que pasaran.   Miraba sin ver, sin pensar o imaginar cosa alguna reconocible en los catálogos de los