Cuarta parte: HOMOFOBIA: PATOLOGÍA Y AGENTE PATÓGENO

HOMOFOBIA: NARRACIÓN Y DISCURSO

Desde la perspectiva de la Antropología del Comportamiento, también cabe pensar la homofobia como narración del otro y como discurso interiorizado (del otro y de uno mismo). Narración y discurso que configuran una amplia gama de actitudes (tanto individual como colectiva y social) en las que subyacen, además del miedo irracional (que le da nombre al fenómeno), sentimientos y sensaciones de amenaza, inseguridad, fragilidad, peligro...

La homofobia es una narración compleja que arrastra, a un tiempo, una historia personal, grupal y social, y deriva en un discurso plural (y con frecuencia contradictorio) que deviene en maneras de construir, percibir y comprender al otro (y por extensión, al mundo) desde una perspectiva ilusioria y canónica: miradas y explicaciones centralizadas en la noción de una sexualidad genésica (o potencialmente genésica); perspectiva fundamentalista que torna hegemónica una mirada y una política sexuales no sólo falocentristas y hembristas, sino heterocéntricas.

A partir de creencias y de un imaginario genésico (determinista de la sexualidad), la homofobia parte de… y construye narraciones/discursos definitorios y explicativos sobre la homosexualidad, que dan lugar a un discurso afectivo que se interioriza en el proceso de socialización del sujeto social. La homofobia, por consiguiente, se sustenta en construcciones parcelarias que, vía juicios morales, ideológicos, médicos, etc. y opiniones, acciones y emociones individuales y grupales, delinean y promueven confrontaciones, distanciamientos y desgarros en las siempre paradójicas relaciones, interacciones y retroacciones entre los sujetos, y entre éstos y las instituciones sociales, como la familia, la iglesia, la ley... Así, la homofobia media y matiza, por extensión, otras nociones y categorías sociales, tales como “moralidad”, “ética”, “justicia”, “legalidad”, “salud”, “bienestar”, etc. Es por ello, que Didier Eribon sostiene que:

“Hay que analizar el discurso homófobo como un sistema general de enunciación, instauración y legitimización de las jerarquías, discriminaciones y desigualdades.” (Eribon, D. [2000:59] Identidades, Edicions Bellaterra, Barcelona.


Como fenómeno y actitud, como narración y discurso, la homofobia atraviesa e impregna el vivir y las experiencias, tanto del hombre y la mujer heterosexuales como del hombre y la mujer homosexuales (incluyendo a bisexuales y a aquellos a los que se ha dado en llamar ―para bien o para mal― transgéneros); y afecta a todos ellos (si bien de manera distinta), en la medida en que perturba (desde afuera e incrustándose en el adentro) la autoestima y la posible convivencia entre unos y otros. El homófono se siente alterado (cuando no agredido) ante la presencia (real o imaginada) de todo aquello que él significa como homosexual y reacciona en su contra, tanto como el homosexual se siente alterado por lo que significa como acción, opinión o situación que lo afecta en lo más íntimo de sus emociones sexo-afectivas o eróticas. Sirvan de ejemplo de ello dos fragmentos testimoniales; el primero es de un hombre que se asume y acepta homosexual:


…yo de niño aprendí a odiar a los maricones, a los jotos; aprendí a expresarme de ellos con burlas, insultos y risas, aprendí a no soportarlos y agredirlos, sin saber realmente quiénes eran y qué era “ser maricón”. Aprendí a despreciar y a temerle a algo abstracto. No manifestar rechazo y odio a “eso”, era serlo, y serlo era no ser hombre, ser cobarde, ser como las niñas, ser débil. Años después supe que “los maricas” eran hombres que sentían lo que yo, que les atraían más los chicos que las chicas. Antes de saber quién era yo mismo, aprendí a odiarme…

El segundo fragmento, corresponde a un hombre heterosexual:

…recuerdo que en la primaria un grupo de amigos organizamos todo un plan para darle una golpiza al maricón de la clase, porque no tenía derecho a sentarse junto a uno de nosotros. Era un niño fuerte y alto, pero que no le gustaba jugar al futbol ni le entraba a las peleas; y sólo por eso pensábamos que era un joto despreciable. Hoy reconozco que ignorábamos qué sentía él, en qué pensaba, porqué no le gustaban nuestros juegos… no sabíamos realmente qué era la homosexualidad; sólo “sabíamos” que si uno era un hombre, su deber era acabar con los putos que no lo eran, sin ser verdaderas mujeres…


La homofobia no se produce, pues, en el momento mismo del encuentro de las diferencias, sino que lo precede; incluso precede a los individuos. Antes de nacer y de reconocerse el individuo como heterosexual u homosexual (según el caso), la homofobia ambienta los espacios y las posibilidades de sus posibles encuentros con los otros, por lo que nos convierte a todos en entes casi abstractos (incluso para nosotros mismos) y atemorizados (incluso de nosotros mismos), y en consecuencia, nos dispone y condiciona (prepara) para enfrentarnos socialmente a heterosexuales y homosexuales como opuestos y antagonistas... inmersos en un escenario propicio para la violencia y el trastorno emocional. Andrew Sullivan lo recuerda al decir:


“Habíamos aprendido los mecanismos de hostilidad hacia la homosexualidad antes de tener la más mínima noción de a lo que se referían.” (Sullivan, A. [1999:18] Prácticamente normal, Alba Editorial, Barcelona.)

Así, la homofobia es una narración del otro que impronta anímicamente al individuo en su construcción como sujeto, y que lo predispone (cuando no condiciona) una manera de ver y de sentirse visto, que prefigura una consciencia de uno mismo y un conciencia social constructoras de un discurso y de numerosas reacciones y respuestas; mismas que finalmente sustentan una frágil, violenta y morbosa red de relaciones, en la que subyacen rechazos y reclamos en relación a los deseos, las imágenes y las vivencias tanto hetero como homoeróticas. Las primeras (que no necesariamente anteriores), instituidas como deseables, naturales, legítimas y privilegiadas (pero que se sienten amenazadas por la diferencia), y las segundas tenidas como blanco de injurias, desprecios, rechazos, desigualdades y persecuciones (y por lo mismo, igualmente amenazadas). Todo ello, en más de un sentido, cualifica a la homofobia como trastorno emocional y agente trastornador de las imágenes del soy y el eres… y por extensión, de las construcciones identitarias de unos (los/las heterosexuales) y otros (los/las homosexuales y bisexuales).

La penetración de la homofobia resulta tan profunda, que ninguno de los actores (protagonistas y antagonistas) escapa a sus efectos, por lo que deviene en vivencia y experiencia compartida; y aunque las historias personales, en uno y otro caso, deriven en reacciones, movimientos y percepciones diferentes, paradójicamente comparten sensaciones, sentimientos y pasiones violentas y enfermizas. Al respecto, Guy Hocquenghem apunta:

“El discurso de la sociedad sobre la homosexualidad, interiorizado por el homosexual, es el fruto de la paranoia que un modo dominante de la sexualidad, la heterosexualidad familiar reproductora, utiliza para expresar su angustia frente a las formas siempre renacientes de los modos sexuales eliminados.” (Hocquenghem, G. (1974:18) Homosexualidad y Sociedad Represiva, Granica Editor, Buenos Aires.)

Es por ello, que hay que pensar la homofobia no sólo como acción (conducta) dirigida de “A” hacia “B” (sean “A” y “B” individuos, grupos homosexuales o el correspondiente sector poblacional). La homofobia, antes que confrontación directa entre individuos, es fuente y ciclorama de una diversidad de conflictos psico-afectivos y socio-culturales que se expresan tanto en el sujeto para sí como del sujeto hacia y para los otros, fracturando las posibilidades de un nosotros. En ese sentido, como cualquier trastorno (y cualquier enfermedad) se significa como desorganizante, en la medida en que impide la estabilidad sistémica de la endogenia (organismo) frente a su exogenia (entorno).


La homofobia cabe pensarla, tratarla y comprenderla, por consiguiente, como patología que, en un bucle recursivo y dialógico deviene en agente patologizante: es expresión de miedos obsesivos, y provocadora de obsesionantes miedos. Las maneras de expresarse el conflicto entre el homófono (u homófona) y el/la homosexual o bisexual, van desde los rechazos (incluso sutiles, disimulados o indirectos, tal vez ni siquiera asumidos o reconocidos) y las injurias y ataques crudos, duros y directos, hasta las vergüenzas y las culpas que pueden dar lugar a serios deteriores de la auto-imagen y la auto-estima… en otras palabras: de la autonomía del individuo como sujeto-social y como sujeto-a-lo-social. Al respecto, y reflexionando en concreto sobre el peso, los significados y alcances de la injuria y la ambientación homófobas de… y en el espacio/orden social, a través de un ejemplo concreto y actual que mueve a debates acalorados [el reconocimiento legal de las parejas homosexuales], el mismo Didier Eribon apunta:

“...la injuria homófoba se inscribe en un continuum que va de la palabra proferida en la calle [...] pasando por las palabras que están implícitamente escritas sobre la puerta de la sala de matrimonios de los juzgados: ‘Prohibido a los homosexuales’; las prácticas profesionales de los juristas que inscriben esta prohibición en el derecho y hasta los discursos de todos los que justifican estas discriminaciones en artículos que se presentan como elaboraciones intelectuales (filosóficas, sociológicas, antropológicas, psicoanalíticas, etc.) [...] no son sino discursos pseudo eruditos destinados a perpetuar el orden no igualitario, reinstaurarlo, ya sea invocando a la naturaleza o a la cultura, a la ley divina o a las leyes de un orden simbólico inmemorial. Todos estos discursos son actos, y actos de estricta violencia.” (Eribon, D. [2000:59] Identidades, Edicions Bellaterra, Barcelona.)

La homofobia, como afirma Eribon, muchas veces se expresa de manera incluso retórica, pero siempre se experimenta, por un lado, como ataque físico y directo, como discriminación social, y por otro, como ansiedad, como estado vigilante que deriva en violencia y aislamiento social, en persecución e internamiento en cárceles y hospitales o incluso asesinatos, así como en recriminaciones, arrepentimientos, culpabilización, introspección, mutismo, miedo (incluso pánico), desconfianza, inseguridad, neurosis y suicidios. Consecuentemente, hay que abordar y tratar el fenómeno de la homofobia en términos de agente promotor de emergencias y cualidades comportamentales, mismas que penetran y atraviesan a los sujetos sociales, modelando y mediando identidades, emociones, desempeño social, formas y estilos de vida.

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