CANTO AL DURMIENTE

Por Xabier Lizarraga Cruchaga


Mientras yo mordía la pared tapizada de sueños
vi que tu mano se levantaba,
buscaba entre los párpados
y crecía convertida en mariposa...
luego en tierra labrada,
luego en barro extraviado entre los nombres
de una anónima geografía pasional...
y te dije al oído:


Mira... en tu mano se calienta la caricia volcánica
o la bofetada hambrienta que quiere rompe el aire,
el tiempo,
el estático murmullo que araña mi pared...
que rompe y desvirgina y tortura y promete
y se vuelve cómplice anónimo
de aquella aventura que escribieron tus sueños una noche:





¡El caballo del gesto se detuvo en el relincho!
Y dejó caer la baba urticante...
y el abono;
sonrieron la siembra y la cosecha
que en el galope de arcaicos miedos
inventa la prisa por reír...

¡Y tu mano se encrespa en medio del sueño!
Oculta tras el humo que brota de los poros,
tras la actitud sonriente de tus huellas digitales
que aprenderán con el contacto...


O tal vez, no...
sólo se trata de una estúpida explosión...
de un querer dibujar en la memoria
la forma correcta de suicidarse en silencio,
con aparente calma,
con aparente venganza,
con aparente valentía...

Pero tú, no despertabas,
no despiertas aún,
y tu mano suda indecisiones
apagando poco a poco viejas brasas en tu piel...
mientras tu vientre estalla como piedra milenaria,
piedra olvidada al sol,
quemada al sol,
dormida al sol...
de la que sale con cautela de tu semilla
cob un brote de miedo milenario y comprensible,
y porque nadie aviva el fuego:
¡Duermes!

Y con el mismo movimiento circular que debía terminar en el golpe
se endurece tu lava,
tu sangre,
tu lágrima que no alcanzó a evaporarse:
piedra fósil
o piedra que toma un artesano con sus manos
y talla el vientre plano de su amante...
del padre del deseo...
del hijo aún virgen de temores...




Pero tú, no despertabas...
no despiertas aún,
y la caricia volcánica se desprende de tu brazo blanco,
y se desprende la piedra
y la promesa,
y todos los recuerdos,
el intento de asesinato
quizás demasiado preparado,
que se evoca y se enfría,
que se enfría olvidado
buscando el calor entre las sábanas,
en mi vientre,
entre mis dedos-gallina clueca,
en lo profundo de mi deseo erecto...

Y tú no despertabas...
¡No despiertas aún!

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