¿SOMOS SEXUADOS O SEXUALIZADOS?

Nos resulta más fácil pensar la realidad en términos de contrastes, de binomios y oposiciones, todo lo más, de sumatorias… de la soledad de ser una unidad a la posibilidad de la compañía siendo dos: la construcción de parejas parte de la posibilidad de vincularnos, de crear vínculos, no sólo emocionales sino concretos, físicos, pero en los que hay que diferenciar a “uno” de “otro”: unidades en sumatoria y ya veremos si luego se produce o no una secuela, una secuencia, un linaje biológico o cultural, porque fuera de este orden todo nos resulta confuso: una multitud indefinida que nos parece difícil de asimilar, digerir y comprender; por ello, no faltan argumentos para sostener que el pensamiento binarista es la forma primigenia del pensamiento humano, que incluso permite un ahorro de tiempo en el análisis y la comprensión, y por tanto, ahorro de energía: el cerebro busca la simplicidad para tratar con el mundo y crea referentes que faciliten el manejo de aquello que nos rodea.


La confusión, no obstante, es inherente a la existencia misma del sexo, como bien nos recuerdan Lynn Margulis y Dorion Sagan: “¿Qué es el sexo? Es algo que nos confunde no sólo porque tiene que ver literalmente con la confusión de dos seres diferentes, que se revelan así el uno al otro de la manera más profunda, sino también porque tendemos a hacer extrapolaciones erróneas acerca de la importancia de la sexualidad. (¿Qué es el sexo? 1998:17, Tusquets Editores, Barcelona); no debiéramos, por tanto, tenerle tanto miedo a la confusión, sino integrarla a nuestra capacidad de observar, analizar y comprender, porque sin confusión no hay sexo y sin sexo, todas las especies sexuadas no estaríamos, para bien o para mal, ocupando espacios en un entorno complejo, dinámico y variante, confuso él también.


La confusión es también parte de la receta humana de ser sociales, emocionales y culturales, de ahí la pregunta que planteo y que da pie al título de esta reflexión: ¿somos una especie sexuada o sexualizada? Por evolución, somos una más de las innumerables especies que se caracterizan por tener sexo: uno sólo —como algunas lagartijas, que sólo son hembras—, dos en un mismo cuerpo —pues abundan las especies y las variaciones de lo hermafrodita (hoy tristemente restringidas binomialmente, en el caso humano, por el discurso biomédico que les niega su asombrosa realidad para etiquetarlas estrangulándolas entre dos sexos oficiales: intersexuales)— y aquellos individuos que tienen un sexo y requieren para reproducirse de otro individuo poseedor de otro tipo de sexo… Sí, somos una especie sexuada, nos reproduzcamos o no, podamos o no hacerlo, lo deseemos o no, porque también somos una especie capaz de sexualizarse de numerosas formas, movido por deseos, apetencias, descubrimientos, curiosidades y encuentros, todo ello en azarosas circunstancias: somos una especie sexualidada, y no binomialmente, no necesariamente siguiendo los cánones de una tradición o las normas de un orden social, reduciendo la realidad al rosa y al azul.


Esa sexuada realidad inherente a nuestros cuerpos orgánicos se transforma, para bien o para mal, a lo largo del devenir ontogenético (biográfico), y la sexualización se produce en el sexo, pero también en otras esferas; el sexo con el que se nace se trasforma a pesar de nosotros mismos, pero también podemos transformarlo: sexualizarnos de una forma no necesariamente codificada en los genes (por lo menos, hasta donde sabemos): las realidades trans son evidencia cotidiana, concreta, contundente de que no sólo somos una especie sexuada sino también sexualizada… Y hasta donde podemos considerar, la única que en la que los individuos se sexualizan a sí mismos, a la par que somos sexualizados por otros, a través del contexto social y cultural, de la ciencia y la tecnología, de la ley y la revolución. Los homosexuales, mujeres y hombres (sean cis o trans), también nos vamos sexualizando, la mayoría del tiempo a contracorriente de la sexualización que pretende el orden heterocéntrico —mayoritariamente patriarcal y misógino… con su secuela de fobias, odios y violencias—, pero también porque participan en nuestra sexualización las modas y el mercado, las consignas identitarias y la utilización de las mismas por parte de los oportunismos políticos de quienes viven del erario y dicen hablar en nuestro nombre, sin tomarse el tiempo necesario para realmente conocer la diversidad de propuestas, necesidades e inquietudes que nos hacen ser sujetos sociales que no siempre queremos que la sociedad nos sujete… Aunque hay los que sí: aquellos que buscan “liberarse” mediante la normalización de sus realidades fuera de la heteronorma, y buscan ser acogidos, asimilados, integrados al mismo sistema que impone desprecios y limita espacios.

El orden social en el que nacemos y nos criamos todos nosotros (homosexuales/gays/lesbianas/maricas/tortilleras/jotos/lenchas/putos) no piensa en nosotros como sujetos autónomos sino como parte de la masa, grupos de la población, porque no presta ninguna atención a los matices, a las ambigüedades y mixturas, que sin duda existen en toda realidad compleja; se las hace a un lado, ignora o borra: no se las quiere ver… Lo que quiere decir que sólo nos ven cuando idean cómo les resultaremos útiles, utilizables, sea en términos económicos/empresariales o partidistas/electorales; pues cuando “los diferentes” somos vistos, no es raro que la “gente normal” (la de la norma) se escandalice, asuste y responda irracionalmente porque siente que nuestra presencia es amenaza para sus privilegios históricos, por ello se nos trata con desconfianza y se nos etiqueta como “rarezas”, “anomalías”, “perversiones”, “trastornos mentales”, “patologías orgánicas”, “errores de la naturaleza”, “monstruosidad”… Y para recibirnos en “su” sociedad, exigen que “al lugar que fueres haz lo que vieres” y nos comportemos “muy decentes y morales”, “sumamente discretos” para “engañar a la abuela que tiene débil el corazón”, y una interminable lista de requisitos a cumplir, pues aquellos que ya nos salimos del clóset o que tuvimos la posibilidad de nunca estar en él, deberemos asumir con resignación —pero además agradeciendo el favor que se nos hace—, que somos “ciudadanos de segunda”, por lo que muchos dicen que no al derecho al matrimonio y todo lo más al reconocimiento de “parejas de hecho”, dicen que no a adoptar a un huérfano o abandonado por sus padres biológicos heterosexuales, todo los más “casa de acogida”.


Sin duda somos seres sexuados, nos hayan o nos hayamos sexualizado a nuestra manera y como bien pudimos; todos somos seres sexuados y sexualizados: heterosexuales, bisexuales, homosexuales, trans, intersexuales y demás colectivos o grupos que van surgiendo últimamente como hongos o moho: pansexuales, demisexuales, asexuales [sic, porque si tienes sexo no eres asexuado], agéneros, bigéneros, autosexual y un etcétera interminable, dado que si se trata de un proceso de sexualización, la posibilidades son ilimitadas (tengan o no un sustento más allá de la ocurrencia o la improvisación ideológica)… Y en ello radica la enriquecida confusión del sexo convertido en materia maleable, abierta a la creatividad e incluso a la delirante fantasía de la innovación.


Comentarios

  1. Este es un testimonio que les diré a todos que escuchen. He estado casado durante 4 años y en el quinto año de mi matrimonio, otra mujer tuvo un hechizo para quitarme a mi amante y mi esposo me dejó a mí y a los niños y hemos sufrido durante 2 años hasta que me refería a una publicación donde esta hombre Dr. Wealthy he ayudado a alguien y decidí darle una oportunidad para que me ayude a llevar a mi amado esposo a casa y créanme, solo le envié mi foto a él y la de mi esposo y después de 48 horas, como me dijo, vi un automóvil entró en la casa y he aquí que era mi esposo y él ha venido a mí y a los niños y es por eso que estoy feliz de hacer que todos ustedes estén en problemas similares para reunirse con este hombre y hacer que su amante vuelva a ser su email: wealthylovespell@gmail.com o también puedes contactarlo o whatsapp en este +2348105150446 ..... muchas gracias Dr.Wealthy. ...

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