#México_seLlora A FINALES DE 2014
México
a finales de 2014 se llora porque la sangre, la represión, los secuestros, la
corrupción y la impunidad reinan sobre la legalidad, sobre el diario ir y venir
de millones de ciudadanos ya tristemente habituados a las crisis económicas,
sociales y políticas. México llora y grita porque, a golpes de segundero, se
abren distancias en esta brumosa multitud que configuramos el abstracto
“nosotros los mexicanos”, porque en México se quiebran lazos familiares y las
redes sociales se debilitan, se trivializan las causas sociales, al parecer
permanentemente condicionadas a la coyuntura de instantes fugaces: marchas,
rabias, excusas, declaraciones, resentimientos, venganzas, denuncias,
variopintas explicaciones que adulteran con violencia realidades violentas… Por
ello nos refugiamos en intimistas monólogos monocordes o con apenas sutiles
matices cromáticos sobrevivimos entre parlamentos rotos; nos refugiamos en la
memoria del otro al que apenas alcanzamos a ver a los ojos, mucho menos sus
lágrimas secas que resquebrajan la piel y las emociones, que texturizan los
momentos, los gestos y los desplazamientos. En México hace ya mucho que
aprendimos a vivir el día a día con gratitud de limosnero y a convivir a base
de teatralizaciones, a través de explosiones carnavalescas y melodramáticas telenovelas
de guiones predecibles.
México
se llora porque han desaparecido/muerto jóvenes en Ayotzinapa, hombres, mujeres
y niños en Tlatlaya; mujeres no sólo en Ciudad Juárez sino en todos los estados
del país, niños en la incendiada guardería ABC de Hermosillo, periodistas a lo
largo y ancho del territorio… Y sólo son la punta de un iceberg de dolor y
muerte, de inseguridad y rabia contra el que nos estrellamos al abrir los ojos,
al intentar descansar, al caminar por calles abarrotadas y campos casi abandonados.
En México son humillados, secuestrados y asesinados numerosos migrantes que
viajan del sur al norte persiguiendo un sueño, y se multiplican los crímenes de
odio, las víctimas del narcotráfico y de las fuerzas gubernamentales… Los
olvidados de siempre. En México se rompen familias y se polarizan intereses, se
suman deseos y se abren brechas que casi no permiten distancias entre las risas
y los llantos: México se fractura y es muchos Méxicos; se erosiona, se desgasta, se
dispersa porque también son muchas nuestras debilidades… Desafinamos cuando
elevamos la voz, cuando gritamos y lloramos, cuando reímos y murmuramos
promesas de amores inconfesables en oídos que se ruborizan porque aprendimos a
no hacernos demasiadas ilusiones.
En
este México nuestro de todos los días –que se dice laico desde el siglo XIX y
que jamás lo ha sido realmente porque se rinde y se arrodilla una y otra vez
ante un dios carente de legalidad, pero poseedor de la legitimidad de millones
de mexicanos perfectamente adoctrinados desde el siglo XVI hasta la fecha– se
han encendido luces multicolores, luces que se apropian de algunas de sus
calles adornando edificios y árboles, iluminando las noches e invitando a la
fiesta, a una fiesta larga y mestiza que arranca con el “guadalupano 12 de
diciembre” del "México siempre fiel"; y se prolonga a lo largo de los
días para “pedir posada”, y se suceden las cenas, las comidas, los brindis del
24 y el 25 de diciembre, porque dicen que lejos, muy lejos y hace mucho, mucho
tiempo nació un niño para ser crucificado: el dolor y el sacrificio seduce a
México, es parte de su historia y del legado mesoamericano. Pero la fiesta
continuará el 31 para despedir al “año viejo” con la fatigada y sonriente
bienvenida al “año nuevo” el 1 de enero, y lentamente se irá apagando la
euforia tras la rosca “de reyes” y los tamales de “la Candelaria”, para brillar
de nuevo el 14 de febrero cuando exploten los comercios con corazones y
engañosas propagandas acarameladas… Y así sucesivamente, a través de los meses:
siempre habrá excusa para la fiesta, porque México se llora mientras reza y
brinda y se entretiene con el ansiolítico del humor. Pero México no sólo llora
y reza y ríe, también olvida, pasa página y sigue casi como autómata hacia un
nuevo mañana si dios quiere, porque hay que seguir adelante y conquistar
instantes de fama y ser inmolados en la piedra sacrificial de la crítica y la
censura, de la burla y la veneración, ya sea en la lejana Noruega o en el
barrio donde todo se sabe y se comenta sin necesidad de Internet.
México
se llora y con sus lágrimas llena un vaso para mitigar su insaciable sed de
justicia. México se llora y utiliza las mortajas para cobijarse, y come sus
miedos artesanales para saciar el hambre, porque hay que seguir adelante, hay
que dar un paso más y luego otro y otro más antes de caer sin fuerzas,
derrotados por la edad, por la enfermedad, por el crimen organizado o por la
embriagante inconsciencia tras la fiesta... ¿Cuál fiesta? Cualquier fiesta: las
oficiales y oficiosas que salpican los calendarios, aquella que se organizamos
para disfrutar vivencias propias o esa otra de sangre y dolor a la que nos
arrastra la realidad nacional.
México
se llora mientras los políticos se ocupan más por su aguinaldo que por la
indignación del ciudadano de la calle; ellos, sin duda, también son ciudadanos,
pero no ciudadanos de a pie sino de "a pie de urna", cobijados por el
logo y la demagogia partidista, gritando diferentes consignas pero repitiendo
las promesas de siempre, que saben que no cumplirán para que no se les acabe el
negocio: “la solución somos todos”, “unidad popular, todo el poder al pueblo”,
“un México para todos”, “unidad y convención”, “honestidad valiente”,
“renovación moral de la sociedad”, “bienestar para todos”, “ciudadanos que
movemos a México”, “amor, justicia y libertad”, “arriba y adelante”,
“transformando a México”…
México
se llora porque la posada que pide en estas fechas decembrinas le es negada
siempre, todos los días, todos los años, todos los sexenios:
Los mexicanos de a pie murmuran:
“…No
sean inhumanos
dennos
caridad
que
el dios de los cielos
se
los premiará.”
Los mexicanos de "a pie de
urna" y los criminales de siempre, responden:
“Ya
se pueden ir,
y
no molestar
porque
si me enfado
los
voy a apalear.
[…]
No
me importa el nombre,
déjenme
dormir
pues
yo ya les digo
que
no hemos de abrir…”
México
se llora y reza y se consuela… Y así parece que seguirá por décadas y sexenios,
siempre llorando, clamando y sobreviviendo apenas, con la esperanza
desgarrándole la garganta, con el ánimo desangrado, con la memoria masacrada y
marchita; y sin embargo, los mexicanos seguiremos festejando la vida a través
de rituales balsámicos.
Cruel, brutal pero real descripción de lo que hemos vivido desde que tengo memoria. Duele lo plasmado por verdadero, pero creo que duele más lo poco que hacemos para evitarlo, combatirlo, remediarlo. Educados para doblar la cerviz, no sea que ofendamos al otro o se enoje, protestamos en oleadas que poco impactan a los autores de tantas atrocidades. Hay quienes desean cambiar las cosas, pero no parecen encontrarse para marchar juntos; lanzamos ideas que parecen serán apoyadas, pero como pompas de jabón revientan con gran facilidad. Iba a decir que me bajaste el ánimo, pero la verdad es que solo me tallaste la realidad en el rostro. Un abrazo Querido Xaby.
ResponderEliminarDoloroso, pero cierto....lo mejor para ti Xabier
ResponderEliminarY lo peor es que nos sigue doliendo y no hay para cuándo. Saludos
EliminarTriste pero verdadero! Hasta cuándo cesará el dolor, la muerte y el hambre en un país tan amado, sacrificado y explotado! Esperanzas vanas!😢
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