IMPERATIVOS DE ACCIÓN
—con cariño, un guiño a Florence
La acción es fuerza y cautela,
es deseo y pregunta,
es lugar, es cuerpo,
es tiempo y cadencia,
es ser y es estar...
Con o sin engaños,
con maquillaje o a cara descubierta,
veloces o con una calma sobria
vamos y venimos,
estamos siempre haciendo algo.
Brioso y ruborizado
el cuerpo se yergue y exhibe,
se muestra poderoso
y babea gestos sugerentes
reconociendo el momento...
Acurrucado en el lugar,
en el lugar exacto o cercano
que guiña un ahora
y un mañana
en cada sacudida de ilusiones.
El placer a veces tímido
y osado en otras muchas ocasiones,
se sabe firmemente sostenido,
cobijado y escondido
por el lugar cómplice,
lugar testigo...
El placer y el sexo y el lugar
se saben compañeros de aventura,
compañeros de ideas
y de escondidas preguntas.
Los lugares nunca mienten,
son y están,
nosotros al ser, engañamos,
y al estar, deseamos mentir...
Por eso los lugares tiran de nosotros,
son las bridas,
los remos y las velas
que nos llevan y traen
a veces mareando espacios,
otras veces erosionando horizontes.
Los lugares también son anclas,
cimientos de piedra,
de madera,
de aliento entrecortado,
raíces desde las que nacemos
y al nacer, echamos nuevas raíces...
Frágiles manos que se aferran,
heridos pies que dejan huellas,
clave morse del andar,
de nuestra danza.
Es en los lugares sin nombre
donde descansa el deseo
y donde se encabrita
y lanza a la aventura,
donde se arropa en el sexo...
El lugar se ruboriza,
jadea y gime de placer,
se queja un poco
y suspira fantasías nocturnas,
abriéndose a la aurora de preguntas.
XLC 27/agosto/2019

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