Comunicado-histórico: XXXIV MARCHA HISTÓRICA DEL ORGULLO LGBTTTI, CIUDAD DE MÉXICO (30 junio 2012)


Por Xabier Lizarraga Cruchaga
(Grupo Guerrilla Gay)



Aquellos que dicen que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”, realmente no saben lo que dicen, por más que les inspiren las coplas de Jorge Manrique… O quizás es que sólo se permiten recordar con nostalgia viejas historias, algunas aventuras divertidas ya libres de los miedos padecidos, recordar ingeniosas argucias para lograr encuentros placenteros, antiguas estrategias para el ligue… Si, con los años, se añoran muchas cosas: algunos amores, no pocas risas y jadeos, juveniles caricias y, evidentemente, la propia juventud.


Pero hace años también vivimos muchas cosas que no quisiéramos volver a vivir. Hace tres, cuatro, cinco décadas, ser homosexual, bisexual, trans o cualquier otro representante de la disidencia de la heterosexualidad y de las normativas binomiales, era vivir amenazado las 24 horas del día, y teníamos que ser más osados que descarados, precavidos e ingeniosos: en los bares no se podía bailar, tomar de la mano o dar un furtivo beso a la pareja o al ligue ocasional; mucho menos en la calle, porque sobre nuestras cabezas pendía la amenaza jurídica de una “falta a la moral y las buenas costumbres”, tipificada en los códigos. Y cuando realizábamos fiestas privadas para poder ir un poco más allá de las miradas sugerentes y del típico: “¿Te hago las preguntas de rigor o llenas el cuestionario en casa?”; un vecino homófobo podía denunciar la fiesta o bien –dado que malas siempre ha habido– podía hacerlo una loca resentida porque no había sido invitada… No era del todo raro que la policía irrumpiera en una fiesta con su correspondiente fuerza bruta, sin necesidad de orden de cateo, para llevarnos a todos a la Delegación, al Torito o a lo obscurito, y hacernos sufrir toda clase de humillaciones, que podían incluir la violación por parte de los miembros, nunca mejor dicho, de los cuerpos de inseguridad policíacos…


Sin embargo, justo es reconocerlo, hace tres, cuatro, cinco décadas, teníamos la imaginación bien aceitada y el ingenio afinado y a flor de piel, y nos hacíamos de lenguajes crípticos, verbales y no verbales, siempre salpicados de un humor casi a prueba de cualquier tipo de injuria –como el chaquira y el extrañable perreo, tan distinto del torpe y barato insulto de hoy–; lenguajes que, tristemente, han caído en desuso… Sí, la clandestinidad también tenía sus encantos, sus atractivos; aunque no era gratis ni sencillo: teníamos la obligación de ser un poco más solidarios, más audaces, valientes, incluso un poquitín impertinentes frente a las decencias y recatos impuestos por mamá, por el papá intransigente, por la abuela que amenazaba con un infarto a la vuelta de la esquina y por el Manual de Carreño. Razón por la que establecíamos redes sociales (cara a cara, no virtuales) que consolidaban lazos entre “hermanas”, “madres”, “tías” y las ochenta mejores e inseparables amigas… O amigos, para aquellos que aún hoy no pueden digerir que se les diga: “Oye mana, manita…”


Desde siglos atrás, como en los años 30, 40, 50, 60… sin organización formal, sin siglas o consignas coreadas, el movimiento éramos todos, un movimiento siempre en tiempo presente, en el aquí de la cafetería, de la calle, del parque, del bar, de la casa de un amigo o un de desconocido, incluso en el ahora de la obscuridad de un cine o entre las humedades y los olores de los baños; aunque al llegar al sacrosanto hogar de los progenitores, a la escuela o al trabajo, uno se tuviera que tragar las risas disfrutadas, disimular los gozos aún vibrantes en la piel y maquillar los goces con los aburridos tonos de la solemnidad impuesta por las decencias almidonadas y las respetables reverencias a los poderes oficiales, oficiosos o fácticos... Algo que siempre ha sido… y sigue siendo bastante engorroso.


Las lentejuelas y los arrebatos, las fantasías variopintas y los estoperoles, los guiños, las sonrisas, los besos y las caricias furtivas no se quedaban en las mesillas de noche, pero los más los sepultaban en el clóset, entre el abrigo, los pantalones y los zapatos –como sigue ocurriendo hoy con desesperante frecuencia. En otras palabras, era un “vivir sin vivir en mi” –a la manera de Santa Teresa de Ávila– entre ganchos para la ropa, estanterías, cajones y alguna maleta; nada cómodo y muy asfixiante, siempre mareados por la pestilencia a naftalina que emana del rancio respeto incondicional al pater familia.


Es por ello que en los remotos 70, algunos nos cansamos de tanto fingir e improvisar excusas; nos cansamos de las razzias policíacas y de tener que estar siempre obedeciendo los caprichos del amo heteronormativo; nos cansamos de bajar la cabeza y sentir rubores de vergüenzas y culpas que debíamos maquillar de decencias y respetos aprendidos... de falsos respetos. Consecuentemente, como otros antes en varios países, algunos de nosotros, hombres y mujeres de entre 18 y 30 y pocos años, optamos por tomar las riendas de nuestro presente, decididos a construirnos un mañana más luminoso, haciendo que el movimiento diario y clandestino, por lo general nocturnalmente callejero, se expandiera en mil y un direcciones, incluso a plena luz del día y frente a quien anduviera por ahí: salimos de las sombras porque necesitábamos airearnos... Y nos dijimos: "Si todos saben que existimos, pues ya va siendo hora de que nos vean y nos oigan, que sepan cómo somos realmente, porque no tienen la menor idea... Los de la acera de enfrente nos imaginan como  caricaturas de sus propios miedos, y si estamos dispuestos a aceptarnos como caricaturas, hagamos las caricaturas nosotros mismos, con nuestro humor, con nuestros colores y brillos, no con sus opacidades y sombras".




Así, comenzamos a hablar de nosotros mismos en voz alta e incluso a gritar, para que se dieran cuenta de que cada quien es como es y que, como nos lo recuerdan hoy las nuevas generaciones: juntos “somos mucho más que dos…” Queríamos que supieran que, sí, somos como los vampiros, nocturnos e inmortales, pero capaces de caminar bajo el sol, con lentejuelas en los colmillos, con estoperoles en las uñas, con un ondular indescifrable en las caderas y una mirada recia que envidiarían los mismísimos vaqueros de Hollywood; queríamos que vieran que somos más como un seductor Rock Hudson o James Dean, más como una vampiresa Marlene Dietrich o seductora Greta Garbo, que como el aburrido de John Wayne o la modosita Connie Francis… Y que ya no nos sentimos amenazados de muerte con los crucifijos y el “agua bendita” que aún hoy día muchos utilizan pretendiendo defenderse de nuestra existencia.


Y nos dijimos: “Demostrémosle al mundo, a los bugas, a los decentes, que sólo deben temer nuestras mil y una posibilidades de quebrar sus rígidos esquemas, porque nuestras risas transgresoras son incisopunzantes, y con nuestra imaginación más fiestera que carnavalesca, más propositiva y creadora que sumisa y apocada, somos capaces de transformar el viejo, obsoleto y discriminador orden social; somos capaces de combatir la misoginia y la homofobia.”


Ya han pasado muchos años desde entonces, ya ha llovido mucho en blanco y negro, a colores y en 3D, y de aquellas mujeres y aquellos hombres que en 1978, 1979, 1980… salimos a dar la cara y la batalla, muchos han muerto, pero los que sobrevivimos los llevamos con nosotros día a día, por lo que estas marchas también son de ellos y para ellos; y como en todos estos años se han ido sumado muchas voces y la juventud fortalece el movimiento; también estas marchas son de los que vienen llegando y para los que llegarán mañana, dentro de un año, para los que seguirán haciendo camino en las décadas por venir. Y también son para los heterosexuales, para nuestros padres, hermanos, hijos, amigos y vecinos, para que ya no vivan con miedos infundados, para que comprendan que México y el mundo están en permanente construcción, y en ello, todos somos corresponsables. En el D. F. y en otras partes del mundo ya hemos conseguido mucho de lo que carecíamos hace décadas, pero falta todavía mucho más… Por lo que los debates y desencuentros se seguirán produciendo, pero no importa, si con ellos conseguimos derribar los cimientos de la discriminación y construir un orden incluyente.


Quiero, por lo mismo, conmemorar hoy a los grupos pioneros del activismo en México: SEXPOL, Lesbos, FHAR, LAMBDA, OIKABETH, Nueva B, MULAS, Círculo Cultural Gay, IKATIANI, GOHL, Horus, CÁLAMO, El clóset de Sor Juana y otros muchos; y les pido también recordar con aplausos y sonrisas, con alegría y con orgullo, a los que ya hemos llorado mucho pero que aún nos permiten dibujar sonrisas en nuestros rostros; y hoy estamos aquí porque somos la presencia de sus ausencias: Nancy Cárdenas, Francisco Estrada Valle, Luis Armando Lamadrid, Arturo Díaz Betancourt, Hugo Valle, Ismael Casillas, Ignacio Moreno, Arturo Ramírez Juárez, Emilio Velázquez, Erack Arce, Faviela Denise Montiel, César Velázquez, Marco Osorio, Carlos Monsiváis, Mario Rivas, Sergio Maxil, Jorge Ortiz de la Mora, José Antonio Alcaraz, Elvia Martínez, Olivier Debroise, Edgar Molina “la Pulga”, Jorge Romero Mendoza, Enrique Villena, José María Covarrubias, Víctor Manuel Macías, Horacio Mejía Fonseca, Carlos Ceballos el “Chikileather”, Jorge Sosa Morato, Francisco Galván, Quetzalcoatl Leija Herrera, Valeria Palacios, Alberto Amaya, Toño Salcedo, Agnes Torres, Yuri Tovar, Alejandro Luna Peña,… y tantos otros que han alimentado nuestros días, nuestros deseos y a este nuestro México de los siglos XX y XXI, a aquellos que hicieron posible esta nuestra lucha y esta XXXIV Marcha Histórica del Orgullo LGBTTTI de la Ciudad de México.






Comentarios

  1. Pese a que estoy acostumbrado a la calidad (en toda la extensión de la palabra) de los textos de mi Maestro Xaby disfruto con la lectura de cada uno de ellos. Gracias por compartir y por tanto, ILUMINAR.

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    1. Gracias, querido Paco; tus comentarios, como siempre, me dan seguridad.

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  2. Todo muy bueno (hace poco empecé a leerlo) pero y... ¿qué es cháquira y perreo? Un glosario a las nuevas generaciones no le hace mal. En internet me dice que cháquira es un collar y perreo, bueno en el sentido del reggaeton, pero dudo mucho que ésto sea aplicable a lo que Usted se refiere. Así que gracias de antemano para cuando pueda aclararnoslo.

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    1. Tienes razón Karl André, a veces se nos olvida a los viejos que ciertas palabras cambian de significado con el tiempo, o que sólo permanece el significado original, oficial. También reconozco que en un "blog" pueden entrar personas que ni siquiera son mexicanas.
      "Chaquira" era como se llamaba a una especie de lenguaje en el mundo joteril mexicano, que consistía en convertir en sonido I toda aquella sílaba acentuada en su pronunciación; por ejemplo: "chaquira" es una palabra que no necesita cambio, como tampoco "esquina", pero en vez de decir "Jesús", en chaquira se decía ""Jesís", en lugar de la expresión, cuando uno se va a caer: "¡Me mato!" se decía "¡Me mito!" o en lugar de "Placer" se decía "Placir".
      En cuanto al "perreo" es un juego de ingenio, de humor gay a veces con auto-vituperio, pero que no es como ahora hacer humor con insultos, sino con asociaciones de ideas, que pueden resultar agresivas pero no se limitan a decir "groserías". Podríamos decir que es una especie de habla "alburera" (doble sentido y ataque o defensa basada en el humor) muy de hombres gays de aquellos años de los 60-70, incluso a principios de los 80.
      Te pongo un ejemplo (no es fácil porque se da espontáneamente en una conversación): a un chavo que era muy, pero moreno (sin ser realmente negro), y que era muy desagradable porque se creía lo máximo pero además era bastante tonto, le llegamos a llamar "La Pelikan"; porque en aquel entonces (los 70) había una tinta negra (china) para pluma muy famosa con ese nombre de marca (creo que aún existe); al llamarle "La Pelikan" se le estaba diciendo "tinta" ("tonta" en chaquira) y se hacía alusión despectiva a su color de piel; lo que hay que reconocer que resultaba bastante discriminador, podríamos decir "racista"; pero en aquellos años no estábamos tan preocupados por no ser "políticamente correcto". Es difícil explicar el "perreo" si no es en una conversación, porque supone una especie de esgrima verbal muy ágil, de ahí que también se decía que si el otro (el aludido) no se respondía en menos de tres segundos ya su respuesta "no era perreo, sino venganza".
      Espero te haya quedado un poco más claro... y que pueda servir a otros que visiten el "blog".

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